“No escribo porque estoy bien anímicamente”, eso mismo le dije antes de poder sumergirme en este laberinto por esencia paradójico. Se lo dije y me respondió con esa frase:” Tengo ganas de escribir y no puedo”. Me hizo notar que le había dicho lo mismo sin darme cuenta.

No se puede no escribir me dije entonces, pues sólo hace falta materializar lo que de alguna manera ya estaba en mis estantes transformados en biblioteca; en mis amistades que son páginas insospechadas.

Se dice que todo ya ha estado escrito, más bien lo digo yo en este momento que escribo…pero no puedo afirmar que nadie lo ha dicho alguna vez.

No se puede no escribir me dije entonces, no se puede no escribir porque no se puede no Ser. Uno es discontinuo claro, a veces dejo el lápiz y el papel por un tiempo. Pero como la vibración que se transmite desde el paso fuerte en el piso hasta los muebles de vidrio que tanto le gustan a mi madre, no se puede no escribir cuando se lee todo el tiempo todo.

Sólo hace falta ser un buen costurero con una función invertida…la de des-ovillar la trama que nos atraviesa cada día y nos constituye como seres humanos. La de descoser y reconstruir en cada lectura, en cada estante, en cada amistad que nos enseña que escribir realmente es algo inevitable.

Paradójico por cierto, como todo laberinto del que se puede entrar, pero pocas veces salir.

Sol y Santi