Camino por Corrientes, el cuerpo apunta hacia las disquerías. Se balancea por una, por dos. Encuentro el CD que buscaba:
Saturday Night Wrist de Deftones. Llego a mi casa y en seguida lo pongo en el equipo. Lo escucho dos, tres veces. Me detengo ante cada nota mientras estudio algo de filosofía de la técnica. Dos lecturas: auditiva y visual. El arreglo de las voces, las guitarras distorsionadas, la voz tranquila y violenta del Chino Moreno. Pienso en lo lindo que es escuchar un disco en el equipo de música, tener el CD en mis manos, leer las letras que se esconden en el librito entre fotos de la banda, tocar la guitarra a la par de algún tema, estar en vibración. Toda la atención puesta en la obra musical. Recuerdo mis tardes después del colegio, cuando me escapaba a alguna disquería para volver desesperado a mi casa y escuchar la nueva adquisición. Horas escuchando sin parar, una y otra vez. La primera audición siempre era un acomodo corporal, de todos los sentidos. Lo que en la jerga se llama acostumbrarse al disco.
El motivo desencadenante de esa caminata por Corrientes fue un regalo de mi compañera. Hacía años que no tenía un CD en mis manos con entusiasmo de escuchar. Desde que comencé a bajar música de Internet, no me compré más un disco. La música se encuentra invisible, abarrotada en mi PC. La compresión que hace posible los llamados archivos MP3 nos garantiza cantidad y gratuidad musical. No importa tanto qué bajar, sino cuánto bajar, ese es el imperativo de la cantidad. Ahora que tengo el CD veo el nombre de las canciones, las recuerdo. En mi PC, varios discos son anónimos, con canciones sin nombre. Saturday Night Wrist estuvo en mi máquina hace tiempo, pero no lo había escuchado como ahora.
El disco sigue teniendo su misterio, aunque la sociedad de masas y la reproductibilidad técnica hayan hecho pedazos el aura de la obra de arte. De hecho, un nuevo "avance" técnico hace parecer a su antecesor como una vuelta romántica al pasado. Escuchar Radio es para muchos/as una experiencia melancólica producto de la aparición ruidosa de la Televisión. Lo aurático, esa manifestación irrepetible de lo lejano que experimentamos en cercanía, se encuentra refugiado en mi pasado de piezas cerradas y música al mango, rompiendo las paredes internas de mi cabeza. Mientras haya humano, habrá aura, pasado y emotividad.